Termina la Edad Media, una época oscura para Europa, en el
horizonte se halla un despertar, un "renacimiento" donde el ser
humano vuelve a descubrir su mundo.
Todo bien; llega la época de la Revolución Industrial con sus promesas de beneficio mutuo (patrón-obrero), pero nadie les dijo a las miserables familias industriales que la vida en la ciudad sería una lucha con resultados de muerte. El jornal no fue el esperado, la comida no alcanzó para saciar las necesidades de los numerosos integrantes familiares; se encontró la solución empleando a los niños en las mismas y peligrosas industrias de sus padres, más tarde, serían las mujeres quienes también, obligadas por las necesidades económicas, terminaron empleadas en las fábricas.
Todo bien; llega la época de la Revolución Industrial con sus promesas de beneficio mutuo (patrón-obrero), pero nadie les dijo a las miserables familias industriales que la vida en la ciudad sería una lucha con resultados de muerte. El jornal no fue el esperado, la comida no alcanzó para saciar las necesidades de los numerosos integrantes familiares; se encontró la solución empleando a los niños en las mismas y peligrosas industrias de sus padres, más tarde, serían las mujeres quienes también, obligadas por las necesidades económicas, terminaron empleadas en las fábricas.
Así se resumen prácticamente dos siglos, donde el
beneficio de unos pocos fue a costa del esfuerzo de muchos. Los
obligaron a vivir como adultos cuando ellos solo querían jugar como
niños. Sin duda, los grandes afectados de la revolución industrial fueron los
niños; por el tamaño de la familia se hacía necesario obtener más ingresos,
nacía así la cruel idea de llevar a los niños a las fábricas.
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Es 1911 y un grupo de mineros estadounidenses son
fotografiados luego de una ardua jornada de trabajo.
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Una mina de carbón; cuatro de la madrugada; algunos hombres
llegan a la entrada de la mina, todos visten ropas de colores opacos;
harapientas. Entre los cuerpos de los más viejos se ocultan los pequeños; son
sus propios hijos que no sobrepasan los 12 años de edad. Al cabo de unos
segundos todos, en una larga fila se adentran en los peligrosos túneles.
"Trabajo en el pozo de Gawber, no es muy agotador, pero
trabajo sin luz y me da miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de
la mañana y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces
canto cuando hay luz. Pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar.
No me gusta estar en el pozo. Estoy media dormida a veces cuando voy por la
mañana. Voy a la escuela los domingos y aprendo a leer...me enseñan a rezar.
He oído hablar de Jesucristo muchas veces, no se por qué vino a
la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre las
piedras. Prefiero ir a la escuela que estar en la mina".
Testimonio recogido por la comisión Ashley para el
estudio de la situación de las minas en 1842. Europa. Por su pequeño tamaño los niños eran
ideales para introducirse en los lugares más estrechos de las minas, lo mismo
sucedía en las fábricas, donde se les enviaba muchas veces a realizar trabajos
realmente peligrosos.
El polvo en suspensión, los gases tóxicos, la falta de aire para respirar, la escasa iluminación, los accidentes y como no, la absoluta soledad, fueron puntos claves que experimentaron los niños hasta bien entrado el siglo XX.
El polvo en suspensión, los gases tóxicos, la falta de aire para respirar, la escasa iluminación, los accidentes y como no, la absoluta soledad, fueron puntos claves que experimentaron los niños hasta bien entrado el siglo XX.
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1 Trabajos al aire libre: barrenderos (limpiar el estiércol de los caballos y el lodo), vendedores ambulantes (de flores y periódicos principalmente)
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