Las cifras de Google dejaron de
ser sorprendentes para convertirse en preocupantes para el sector de las
telecomunicaciones. Tan sólo que más del 78 % de los teléfonos móviles del
mundo tengan el sistema Android es un dato que puede tener consecuencias a corto
plazo. Ni hablar de lo que pasa con las cifras del buscador. El monopolio
mundial de Google pasó de ser un caso de éxito a transformarse en una alarma.
La primera consecuencia de tanto poder acumulado tiene que ver con el modelo de
publicidad que maneja el gigante de internet. Actualmente, quien quiera
aparecer en las tres primeras páginas debe participar en una especie de subasta
en la que quien más ofrezca ganará el ansiado clic del usuario.
Aunque en principio la oferta
lucía democrática, con el correr de los años las marcas poderosas, con el
suficiente músculo económico, acaparan los primeros espacios y a la postre se
llevan los usuarios. Así las cosas, las pequeñas y medianas empresas quedan
relegadas a menos que gasten buena parte de sus ingresos en publicidad web. Google
insiste en que su potente algoritmo es democrático y premia a las páginas que
mejor rendimiento tienen frente al usuario. El premio es el famoso
posicionamiento orgánico, que no es más que aparecer en las primeras páginas
sin necesidad de pagar. Sin embargo, este modelo sigue siendo subjetivo y
Google siempre tiene la sartén por el mango.
En cuanto al sistema operativo
Android, el tema es aún más complejo. Google está en uno de cada tres celulares
del planeta y decide qué aplicaciones instalar, qué información requerir y
sobre todo, qué datos venderles a las marcas que le pautan. Para medir el poder
de este monopolio, basta que haga el ejercicio de encender un teléfono Android
y tratar de utilizarlo sin tener correo Gmail. Simplemente no puede hacer nada
como usuario y lo más grave es que la única opción es buscar un terminal casi
siempre más costoso.
Durante el Undécimo foro de
regulación de comunicaciones organizado por la Comisión de Regulación y
Comunicaciones (CRC), el tema fue ampliamente discutido por expertos nacionales
y extranjeros. Y más que plantear alternativas para enfrentar el reto
legislativo y operacional que impone Google, la conclusión fue que hay que
adaptarse a lo que llamaron el "nuevo entorno" y esperar que la Unión
Europea o Estados Unidos propongan alternativas. Para el experto español Carlos
López-Blanco, es "preocupante los niveles de ocupación de mercado de
Google". López-Blanco señaló que si los reguladores a nivel mundial no
toman cartas en el asunto, más adelante será muy tarde para muchas industrias.
Por su parte, Pablo Bello, de la
Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones, señala que
"no se puede regular con paradigmas del siglo pasado tecnologías tan
dinámicas como Google". Y señaló que Latinoamérica debe enfocar sus
esfuerzos en fortalecer las industrias de contenidos para competir con Google. Pero
ahí juega una nueva consecuencia del monopolio de Google. ¿Cómo una empresa
puede crear contenido sin nadie que lo consuma? Si Google no "premia"
a los portales, como ocurre con los de información, la tendencia es la
desaparición de actores del mercado, el claro ejemplo de esto es lo que le
ocurrió a Yahoo y su desvalorización.
En todo este entramado, el
usuario es el más importante y a la vez el más ajeno a la problemática. Para el
consumidor lo único que prevalece es encontrar lo que busca en la web, que la
página cargue rápido y que sea lo más económico posible. Pero detrás de esa
búsqueda diaria de información hay una guerra que está dejando a muchas
personas sin trabajo. Para Raúl Katz, experto en telecomunicaciones, las
previsiones más optimistas hablan de que en menos de 10 años, el 28 % de la
población mundial puede cambiar o perder su empleo. Esa, acaso, es la
consecuencia más grave de que Google se haya convertido en un monopolio de la
información.